I ♥ Dopamine

Las adicciones, ya sean curiosas o no, surgen de poco a poco, y antes de que nos demos cuenta, ya hemos desarrollado alguna. Y nos preguntamos ¿Cómo es que surgen estas adicciones?. 

Para contestar esta pregunta tenemos que darle casi toda la culpa a la dopamina, esta sustancia que se produce el cerebro y es de doble filo, en cantidades justas puede hacernos sentir muy bien, en cantidades extremas puede ser muy contraproducente.

La dopamina es el neurotransmisor que percibe y procesa los estados de emoción positiva  a los que nos vemos sometidos en ocasiones el  riesgo, la aventura o la curiosidad, y que se libera en nuestro cerebro de manera natural, lo que provoca un placer innato, mayor o menor según cada temperamento. 

Natalia López Moratalla, catedrática de bioquímica y biología molecular, de la Universidad de Navarra, explica este proceso neurológico de manera más sencilla: 

 «Ante una situación placentera, las neuronas del núcleo accumbens reciben dopamina, mientras que la amígdala evalúa la recompensa prevista. El cerebro cuenta con mecanismos para controlar la liberación de esta sustancia y que permiten mantener un equilibrio para que no estemos ni eufóricas ni apáticas sin motivo»

Cuando desarrollamos una adicción, se rompe ese equilibrio de la dopamina, donde se busca que la sensación producida sea más intensa o que dure por más tiempo. 

La escasez o abstinencia de esos niveles de dopamina genera estrés, ansiedad, irritación y dolor, los cuales, solo se mitigan temporalmente mediante el consumo que demanda el cerebro.

Este neurotransmisor puede actuar de forma tan potente que los elementos ambientales en los que se consumió el elemento adictivo quedan firmemente fijados en la memoria. Esto actúa de forma idéntica a los perros estudiados por Pavlov, que no podían dejar de salivar ante el estímulo de comida.

La mayoría de las conductas adictivas comienzan en la adolescencia, cuando los sistemas de recompensa y memoria emocional no están del todo ajustados